¿Salvar un oso panda o un murciélago? Una pregunta bastante compleja, con varias aristas y puntos a tener a consideración. La belleza, sorpresivamente, se ha tornado en uno de los puntos de mayor influencia. Ya no importa su relevancia en el ecosistema, lo decisivo es si me parece carismático o no.
Osos pandas. Una especie ampliamente conocida en el mundo, popularizada desde el factor emocional. Es innegable que al verla, incluso al imaginarla, las primeras sensaciones están orientadas a la ternura, el cariño, la dulzura. Ahora, hagamos un contraste: pensemos en un murciélago. ¿Qué fue lo primero que llegó a su cabeza al imaginarlo? ¿También se pensó y relacionó, ágilmente, esta especie con la ternura, el cariño o la dulzura? ¿O sintió pavor, rareza, por no decir que asco? Es más, alguna persona puede llegar a experimentar una especie de resentimiento y atribuirle algunas de las desgracias, remordimientos o infortunios que ha presentado durante la actual pandemia (COVID-19).
Encanto por las casillas
A los seres humanos nos encanta clasificar todo. Distinguimos la ropa de vestir según la marca, su valor, la parte del cuerpo que cubre, según la época del año, la ocasión, y así otras tantas categorías que forman parte de una lista extensa y ambigua. También clasificamos el conocimiento. Si es empírico, científico, emocional o doctrinal; pero también si pertenece a las ciencias exactas, las ciencias humanas o sociales. Nos clasificamos entre nosotros, pero también clasificamos a las otras especies. Hablando desde lo general, esta continua clasificación no está bien o mal, algo que varía en lo particular.
Sin embargo, al momento de conocer y analizar las distintas clasificaciones y los elementos que forman parte dentro de cada una de estas agrupaciones la situación cambia. No parecen existir preocupaciones en la forma en que cada una clasifica su vestimenta; por el contrario, puede ser beneficio para su ubicación física y mental al momento de apelar a ellas y determinar su uso o no según la situación en cuestión. Igual de beneficiosas pueden ser las clasificaciones en el contexto de los animales. Distinguir entre mamíferos y aves puede brindar una pauta investigativa, de reconocimiento y de interacción con las especies.
Aunque no siempre es positiva esta clasificación. El oso panda y los murciélagos tienen algo en común: son especies en amenaza. Esto quiere decir que existen varias situaciones o comportamientos, los cuales de forma particular o en asociación propician un contexto perjudicial y crítico para una especie en concreto. Es decir, amenaza su vida en corto plazo, mientras que a largo plazo pone en riesgo la supervivencia de toda esa especie.
La extinción es un espectro común en el planeta Tierra. A lo largo de la historia se han extinguido varias especies y a la vez han nacido otras. Un proceso complejo de entender y en el que se ven envueltos varios actores. Los seres humanos, una especie relativamente joven en la Tierra, ha participado en los procesos de extinción de varias especies, pero también ha desarrollado estrategias para evitarlas. La conservación es a lo que me refiero, esa práctica enfocada en el uso consciente y adecuado de los recursos, al igual que su asignación y protección.
Atractivo animal
Sin embargo, muchas personas dicen: ¿Y eso qué? ¿Por qué me ha de interesar la conservación de esta especie? Hay discursos más peligrosos: personas que se enriquecen a causa de la muerte y de la extinción de ciertas especies. Podrá quien piense que esto solo sucede en África, pero no es el único lugar, esta es una práctica arraigada en todo el mundo. Para combatir a estos grupos mercenarios, pero esencialmente por la conservación de estas especies, se han desarrollado varias políticas -individuales y asociativas- locales, nacionales y globales. En las individuales está lo que hace cada Estado mediante sus departamentos, pero también se encuentra lo que hacen las Organizaciones sin Ánimo de Lucro o las Organizaciones No Gubernamentales. Estas últimas enfrentan mayores dificultades, la financiación, una de las esenciales.
Los conflictos que presentan estas organizaciones condicionan su accionar. Por lo general, limitan sus temáticas y su campo de acción sobre las mismas. Por esto, algunas entidades se ven en la obligación, por ejemplo, de decidir si serán una Organización enfocada en la conservación de los osos pandas o de los murciélagos. Además, no se debe ignorar el poder de decisión que tienen los financiadores. Allí es cuando se manifiestan las preguntas mencionadas en el párrafo anterior: “¿Y eso qué? ¿Por qué me ha de interesar la conservación de esa especie?”. Incluso, se le puede añadir -característico de las dinámicas de poder- los gustos o intereses de las personas dominantes, lo cual restringe a la institución, que debe ceder. Por lo general, se deciden por los osos pandas, que son una especie que sí requiere de su conservación, y la obtienen gracias a las emociones agradables que producen, las mismas que sintió al inicio de este escrito y que experimenta al ver los vídeos de los bebés panda corriendo y dando rollos. Claramente, nadie quiere ver al oso panda en extinción.
¿Pero qué pasa entonces con el murciélago? Bueno, es algo que ya no importa, pues se está trabajando en la conservación de los osos pandas. Quizás alguna otra Organización se interese por ellos. Pero es difícil. En búsqueda de lograr una base económica sostenible para cumplir su función social y a la vez tener un personal adecuado se renuncia a aquellas especies que, dentro de lo normativo, no son agradables. Es decir, las especies no carismáticas.
Los beneficios de la belleza
Este concepto no ha sido introducido formalmente en la comunidad científica, pero es usado cada vez con mayor frecuencia en ese contexto. Cuando se habla de una especie carismática, como el oso panda, se hace alusión a todas las especies que logran captar la atención de la sociedad desde su atractivo normativo o la humanización que se les ha asignado a través de las industrias culturales. Por tal razón, la mayoría de animales que son representados en películas y contenidos de Disney, Pixar y DreamWorks. En consecuencia, se genera mayor interés y proximidad con la conservación de estas especies.
Aunque es curioso y difícil de clasificar existe un orden de especies carismáticas. Los tigres son los que tienen mayor reconocimiento, seguidos por los leones, los elefantes, las jirafas, los osos pandas, los guepardos, los osos polares, los lobos grises y los gorilas. Sin duda alguna, es positivo que dichas especies reciban atención y se desarrollen procesos para su conservación. Además, hay datos como resultados de varias investigaciones que generan alarmismo en la comunidad. Una reciente investigación dirigida por el investigador Franck Courchamp, director del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS), y publicada en la Revista Internacional PLOS Biology concluyó que entre 20 y 30 años los tigres -quedan 3.500 en todo el mundo- habrán desaparecido de la naturaleza, mientras que los elefantes y los osos polares en 50 años.
El drama de los feos
Por su parte, las especies no carismáticas son las especies que por su aspecto no son llamativas para la sociedad, lo que termina repercutiendo en los programas de conservación y protección animal. Son animales sin estética alguna, pero con una importancia biológica sumamente importante. Además de los murciélagos, las abejas, los escarabajos, pero en sí todas las especies polinizadoras, son especies no carismáticas, pero de vital importancia.
Los murciélagos, por ejemplo, polinizan aproximadamente 500 tipos de plantas tropicales, en las que destacan los plátanos, los mangos y guayabas. Asimismo, son esenciales para el control de insectos y de parásitos, lo que permite mantener el ecosistema en buenas condiciones. Lo mismo sucede con las abejas. La especie polinizadora por excelencia. En el mundo hay alrededor de 20.000 especies, con diferentes hábitos y características, que les permite cumplir roles específicos y fundamentales en los ecosistemas. La polinización, por otra parte, es vital para los seres humanos, pero también para miles de especies que se alimentan y participan de alguna manera en ese proceso.
Diversos hábitos de consumo han generado que varias especies sean aisladas por su apariencia física. A eso ha llegado el ser humano. Finalmente, habría que recalcar -nuevamente- en la importancia de todas las especies no carismáticas en el entorno, en el que somos unos actores adicionales. Su presencia es esencial, aunque no se le considere así. Ahora, también habrá que reevaluar los comportamientos que se están teniendo, pues se está definiendo entre la vida o la muerte de una especie según su apariencia. Por último, hay un arduo trabajo en quitarle un valor adicional a la vida, en el último tiempo se le ha asignado una riqueza adicional, una exposición a un tipo de escrutinio que determina su validez, si resulta beneficiosa, un pensamiento poco moral y bastante subjetivo. La vida es validar la existencia de todos mientras se brinda y propicia un contexto favorable para su desarrollo.
Finalmente, es necesario eliminar el tabú que recae sobre el sexo. Se debe evitar tratar la sexualidad desde un sesgo cultural o moral y, por el contrario, es necesario mostrar su integralidad y naturalidad, que incita a eliminar ciertos prejuicios o estigmatizaciones. Además, es apropiado mantener una postura abierta frente a la diversidad sexual ya que, como lo comentaba el doctor Isaza, ninguna sexualidad debe vivirse bajo parámetros establecidos, siempre y cuando, no se afecten a otros individuos.
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